Unidos en el Amado

El fin de semana del 7 a 9 de junio, la Comunidad Siervos de Cristo Vivo celebró su Segundo Encuentro Mundial, en Santo Domingo. Vinieron alrededor de 800 personas, entre candidatos, aspirantes y miembros de nuestra comunidad, procedentes de nueve países, para reforzar los lazos de amistad y fraternidad, y también para reafirmar nuestra vocación de: “Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva”.

La CSCV

La Comunidad Siervos de Cristo Vivo fue fundada en 1982 por el padre Emiliano Tardif, el diácono Evaristo Guzmán y María Armenteros, quienes junto a cinco personas más iniciaron esta experiencia comunitaria. En los estos 37 años, la comunidad ha ido creciendo. En el año 1999 el misionero fundador, el P. Emiliano, pasó a la Casa del Padre; pero la misión sigue, con más casas de oración y más Siervos de Cristo Vivo.

Pentecostés

El fin de semana fue de una feliz coincidencia de fechas: con la celebración del 20aniversario de la pascua del P. Emiliano y la Solemnidad de Pentecostés.

Tuvimos cuatro conferencias importantes, impartidas por Freddy Contín (Director General), María Armenteros (fundadora), monseñor Víctor Masalles (Asesor General) y, como invitado especial, el padre Diego Jaramillo (Director de “El Minuto de Dios”, Bogotá). Las conferencias giraron en torno al lema del Encuentro: “Unidos en el Amado”… para la misión, para la fraternidad, para la santidad.

Hay que hacer una mención especial de la participación del P. Diego, sacerdote eudista de 87 años de edad, quien nos habló de la fiesta de Pentecostés con sabiduría y claridad, citando textos, y desarrollando un tema complejo con admirado entusiasmo.

Nuestra vocación

Nuestra comunidad tiene una vocación con tres dimensiones:

1.  La contemplación. La capilla de adoración es el centro de cada una de nuestras casas de oración. Ya hay cinco de ellas que mantienen la adoración perpetua. Si no escuchamos a los pies del Señor, ¿de qué vamos a hablar?  

2.  La evangelización. El anuncio del kerygma a tiempo y a destiempo, por todos los medios disponibles, predicando con el poder del Espíritu Santo.

3.  La transformación en Cristo. El constante esfuerzo de buscar la santidad, para poder decir: “No vivo yo, sino Cristo vive en mí”.

Adoración al Santísimo

La noche del sábado fue reservada para la adoración al Santísimo en la iglesia de Jesús Resucitado. Celinés Díaz, con su equipo, nos recordó en la forma más práctica posible que “el que ora cantando, ora dos veces”. ¿Quién no sentiría la elevación de su propio espíritu al cantar en adoración al Señor presente en la custodia?

Los carismas

El Siervo de Cristo Vivo es alguien que ha tenido un encuentro personal con Jesús a través del bautismo en el Espíritu Santo. Por eso, no fue una sorpresa escuchar cantos en lenguas durante los momentos de alabanza y adoración.

Además, en dos momentos distintos, invitamos a Siervos con experiencia del carisma de conocimiento, a orar por los enfermos. Muchas veces hemos asistido a misas con oración especial por los enfermos. Sin embargo, todavía nos llena de sorpresa y admiración, al ver la generosidad y misericordia del Señor, cuando le pedimos interceder por nosotros. Una vez más, experimentamos la emoción siempre nueva de asombro, al ver a un tullido andar, o a un enfermo ponerse de pie. Damos gracias al Señor por su amor abundante.

Encuentros, reuniones y grupos

Tuvimos una serie de reuniones y grupos organizados para compartir varios aspectos de la vida comunitaria y sus actividades. 

La reunión del ministerio que evangeliza a jóvenes fue típica: la sala estaba llena por completo, con gente sentada hasta en el suelo. El entusiasmo era contagioso. Todo se interrumpió por una creciente ola de alabanzas que se convirtió en canto en lenguas, y finalmente en palabras recibidas que se pueden resumir en: “Vayan al mundo y hablen de mí”. Así el Señor nos enseñó todo lo que necesitábamos oír, y nos dio la alegría de haber conocido nuevos hermanos de otros países, que trabajan en nuestros mismos ministerios. ¡Qué privilegio!

Además, se formaron numerosos grupos improvisados donde el intercambio de experiencias abrió nuevos horizontes en el entendimiento de nuestra vocación. Por ejemplo, al terminar una misa, un grupo empezó a hablar del uso del teatro en la evangelización, y media hora más tarde todavía estaban hablando y compartiendo direcciones.

Igualmente, otro grupo espontáneo, hablando de la música en la adoración; otro de cómo evangelizar en una fila de personas, y así seguimos, creciendo y aprendiendo con las experiencias de los hermanos de otras casas y de otros países, descubriendo puntos de vista nuevos, y estilos de evangelización jamás imaginados. El entusiasmo era contagioso.

“No solo de pan vive el hombre”

El comedor era nuestro punto de encuentro, donde se podía oír hablar en italiano, francés, inglés y español con acentos de todo tipo. La “música de fondo” era un zumbido como de una colmena de abejas contentas, interrumpido a menudo por gritos de alegría, y un festival de abrazos al estilo dominicano. El comedor nos alimentó del “pan nuestro de cada día” (qué bueno era) y de la conversación inspirada de hermanos de otros lares. ¡Nadie quería levantarse!

Trabajar en equipo

Desde el punto de vista logístico, la organización del Encuentro Mundial fue sumamente compleja, con equipos de trabajo de toda índole: desde un equipo para buscar y llevar visitantes a los aeropuertos, a los hoteles y a la Escuela de Evangelización San Juan Pablo II; hasta el equipo que tuvo que alimentar a más de 800 personas.

Había un total de 32 equipos, trabajando en asuntos tan variados desde la liturgia o la confirmación de vuelos, hasta camareros: los candidatos y aspirantes de la Casa de la Anunciación de Santo Domingo se pusieron delantales para servir la comida. Se limitaron a decir: “Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer”.

Adiós

Al final, nos despedimos de nuestros hermanos, sellando nuevas amistades con abrazos de fraternidad. Y cansados pero contentos, volvimos a la capilla para dar gracias al Señor por bendecir nuestra comunidad con su amor.

John Fleury

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